lunes, 17 de enero de 2011

Relato - Cosmogonía

Hoy traigo a su consideración un texto rescatado de la biblioteca olvidada. Hace ya mucho tiempo había posteado aquí La Caída de Anlitê, otro cuento de la misma biblioteca pero hoy les traigo la Cosmogonía del mundo de Khen. Que es una cosmogonía? Pues una cosmogonía es una narración mítica que pretende dar respuesta al origen del universo y de la propia humanidad. Que es el mundo de Kken? Pues esa respuesta la iremos descubriendo con el tiempo.

El Caos y el Tiempo
En el comienzo solamente existía el Caos. En medio del Vacío en la tierra de Ager, dentro de los muros de Arx Magnis reinaba sin oposición sentado en su trono sobre todas las cosas. Por medio de la traición y el engaño había logrado capturar a su hermano el Tiempo cuando este era todavía joven y lo había encerrado dentro de la mazmorra mas oscura y profunda en las entrañas de su fortaleza. Demolió el trono de su hermano, que antes estaba junto al suyo, olvidó su nombre y mientras estuvo encerrado nada lo perturbo en sus propósitos.
Porque mientras el Olvido devoraba el recuerdo de su hermano, el no se mantuvo ocioso y de su mente nacieron miles de hijos y obras sorprendentes y con sus manos aumentó la gloria de Ager y el esplendor de Arx Magnis, pues sus muros ahora eran mas altos y fuertes y muchos ojos miraban hacia fuera desde las torres numerosas.

Pero nada puede detener al Tiempo y pronto las ataduras que lo inmovilizaban no fueron lo suficientemente fuertes, los recintos que lo contenían lo suficientemente bastos y los muros que lo apresaban tan altos como para evitar su huida. Lentamente y con cautela, para no alertar a su hermano, se abrió camino desde las mazmorras de Arx Magnis hasta el salón que en el comienzo le perteneciera y que compartía con su hermano.

Empujó las puertas del salón del trono y las encontró abiertas. Retumbaron con sonido aterrador cuando golpearon contra los muros. El Caos, sentado en su trono junto a un montón de rocas dispersas y quebradas, no se inmutó al ver a su hermano en el umbral, confiaba ahora más que nunca en su poder y se había vuelto muy arrogante. Pero esta vez estaba cometiendo un error pues su hermano había estado meditando mucho mientras se encontraba cautivo, sobre lo que debería hacer si una vez escapaba de Oblivioni y este al ver las rocas que alguna vez fueran su trono tomó una decisión y avanzó sobre el Caos mostrando to su poder. Al ver a su hermano abandonar sus desgastados vestiduras y dejar en evidencia su nueva forma, más poderosa que la anterior y más temible, se removió en su pedestal y meditó como detener al Tiempo y regresarlo a Oblivioni. Pero el momento de meditar había pasado ya.

La pelea fue terrible, los cimientos de Arx Magnis se acobardaron con cada embestida de los hermanos, el suelo se llenó de grietas profundas de las que manaban enormes columnas de vapor y por las que la esencia de Arx Magnis fluía con rapidez y se extendía por todos los rincones. El techo cedió y se desplomó en cientos de fragmentos. Pero poco caso le hicieron los combatientes a lo provocaban sus ataques.

La lucha se sucedió golpe tras golpe un repliegue tras cada ataque y vuelta a atacar. Pero la espada de el Tiempo, que se llamaba Destino pudo más que las defensas de el Caos y cuando este subió su escudo, con un mandoble lo arrojó al suelo y con el impacto perdió las armas dejándolo indefenso junto a los restos de su trono.

Fue entonces cuando la incertidumbre se apoderó nuevamente de el Tiempo y debatió si debía terminar con el Caos en ese instante y reconstruir Arx Magnis a su gloria o si debía perdonarlo, o quizás encerrarlo en Oblivioni durante tantas jornadas como las que el sufrió. Pero entonces el Caos comenzó a hablarle con palabras dulces y el corazón de el Tiempo se conmovió y decidió perdonarle la existencia y envainando su espada le dijo:

- Tu existencia te la perdono hoy, pero ya nunca compartiré este reino contigo. Abandonó Arx Magnis para no regresar jamas. Me oyes? Te quedarás aquí solo, lamiendo tus heridas y reconstruyendo tu casa y siempre temerás por mi regreso, mis hijos y sus obras, porque haré del Vacío mi casa y en el volcaré mi poder.

Y el Tiempo salió de la fortaleza atravesando las ruinas de los portones mientras el Caos, aún en el suelo derrotado lo observaba, y por primera vez desde que había escapado de su cautiverio levantó la vista y contempló la infinita oscuridad de el Vacío. Entonces la vió. La obra máxima de el Caos se suspendía en medio de el Vacío más allá de los límites de su reino. Su resplandor le fascinó, pues no había visto jamas algo semejante en Ager, estaba tapizada de miles de luces siempre cambiantes, algunas pequeñas y otras fugaces, otras duraderas y poderosas. Esa joya en medio de el Vacío era Mirabilia, la de todos los tesoros, el cofre que el Caos había construido para ocultar sus trabajos más grandes.

En medio de Mirabilia vio el Tiempo una luz que brillaba modestamente en medio de las otras. Esa luz era la Vida, y fue la primera cosa que quiso tener para si y entonces en su interior sus planes cambiaron. Atravesó los confines de Ager y se lanzó al Vacío pero ahora deseaba la Vida y se dirigió a Mirabilia para arrebatarle al Caos su tesoro más preciado, pues esa era la razón porque la luz de la Vida era menor a la de los demás tesoros, para protegerla de el Tiempo y sus hijos.

Mirabilia
Pero el Tiempo no pudo acercarse a la Vida que tanto anhelaba. Cuando tenía a Mirabilia al alcance de la mano un estruendo llenó el Vacío y derribó a el Tiempo alejándolo de su objetivo. Detrás de él, en medio de donde estuviera la tierra de Ager, cubierto de ira, empuñando sus armas y rodeado de rocas, restos de Arx Magnis, flotaba el Caos con los ojos hundidos en el Tiempo.

Apenas estaba incorporándose cuando el ataque final de su hermano comenzó. Uno a uno y valiéndose de todas sus fuerzas, el Caos lanzaba lo escombros que otrora formarán su reino en contra de su hermano el Tiempo. Ninguna duda le asaltaba el corazón, estaba decidido a terminar con la existencia de su nemesis y no le importaban las consecuencias que podrían traer sus acciones. Sin embargo era cauteloso, recordaba la batalla anterior y de las heridas recibidas aún manaban fuego y cenizas, pero por sobre todas las cosas le temía a el Destino y a su filo. No correría el riesgo de un enfrentamiento cuerpo a cuerpo nuevamente.

Pero el Tiempo, mientras corría de aquí para allá esquivando los ataques miró el Vacío y comprendió entonces, demostrando ser más sabio que su hermano. Fingió un último ataque para incrementar la ira de el Caos para luego retroceder y continuar con su juego.

Antes que pudiera darse cuenta de lo que pasaba y del plan que el Tiempo tenía, el Caos había reducido su reino a un pequeño grupo de rocas dispersas y sin embargo había fallado todos los golpes. Ahora el Tiempo avanzaba con paso firme hacia Mirabilia. Una venda cayó sobre sus ojos y temiendo un enfrentamiento gastó todo en un último arrebato de furia. Atacó pero el Tiempo lo esperaba. El corazón de Mirabilia no resistió el ataque y con un poderoso destello, que les nubló la vista, se corrompió y se partió en millares de partes. Las obras más impresionantes y poderosas de el Caos se dispersaron por el Vacío y cambiaron todo cuanto tocaron.

El que más se dispersó, pues tenía voluntad propia, fue el Fuego, y tras su paso mientras huía las cosas se encendía y ardían por siempre con una fracción de su fuerza. De la Vida, deseada por el Tiempo, poco se supo pues mientras el Fuego hacía un gran despliegue de su fuerza, ella decidió valerse de él para corren en silencio a buscar refugio. Del resto de las obras que se perdieron ese día nada se recuerda.

Fue entonces cuando todo concluyó, y el plan de el Tiempo se había cumplido, que el velo que cubría los ojos de el Caos cayó y vio lo que había hecho. Ager había desaparecido, había perdido todas sus creaciones más preciadas y el Tiempo se erguía frente a él a la distancia sin daño alguno. Sin saberlo había sido usado por su hermano para sus propósitos.

En el Caos nacieron la Desesperación y la Ira, la Venganza y el Miedo. Se encontraba solo, su fortaleza destruida por su propia mano y sus heridas aún estaban abiertas. Nada le impedía caer frente al Tiempo que lo miraba retorcerse de Dolor a la distancia, inmóvil, triunfante y seguro porque en él habían nacido la Gloria y fue desde entonces cara a su corazón, siendo solo la Vida más preciada para él y quiso que durara más que ella.

Las Casas del Caos
El Vacío que antes era ya no fue jamas. Por todos lados, hasta donde sus ojos le dejaban ver, los fragmentos corrompido de Ager todo lo llenaban. La Vida y el Fuego los habían transformado y nada de su origen podía encontrarse ya en ellos. Las Casas del Casos se las llamó pues al ver este que nada podía hacer corrió tan rápido como pudo con la doble esperanza de alejarse de el Tiempo y de recuperar sus obras para así recuperar su poder. Y cierto es que el Caos las visitó a cada una en busca de refugio.

Uno a uno visitó el Caos los restos de su reino en busca de refugio y en todos ellos construyó una fortaleza y las llenó de su poder y del Odio que sentía por el Tiempo. Pero de nada le servía levantar altos muros y poderosos portones pues nada podía contra el poder de el Tiempo pues este nunca dejó de buscarlo y en cada encuentro estallaba una lucha terrible. El resultado era siempre el mismo: empuñando su espada y valiéndose de su gran poder asaltaba sin miedo los muros y estos caían si oponer una verdadera resistencia. Pero el Caos ya había perdido el Valor y ya no enfrentaba a el Tiempo pues, no solamente le temía al Destino sino a sus propias fuerzas disminuidas y a el Olvido que venía detrás del tiempo y todo lo devoraba. Una vez que los muros caían el Caos corría y saltando a el Vacío huía buscando refugio en alguna tierra distante. Pero a ninguna de las Casa que había abandonado deseaba regresar pues al ver las ruinas de sus obras y sus hijos olvidados el recuerdo de la Derrota y el Miedo regresaban y sus heridas, que aún no habían sanado por completo, volvían a sangrar como el día en que fueron abiertas.

Pero el Tiempo a pesar de su gran poder no podía contra todas las obras de su hermano y así era que por más que se esforzara no podía arrancar a la Vida de las Casas del Caos pues este, para confundirlo, le había puesto mil disfraces y le había dado la libertad de ser. Lejos estaba la Vida del modesto destello que fue en los recintos de Mirabilia y que capturara al Tiempo, ahora ocupaba todos los sitios y ayudaba a el Caos en la batalla con millones de espadas pero de nada servía su afán, pues sin saber que eran su deseo eran pisoteadas por el Tiempo y abandonados por su creador fueron olvidados.

Patrias
Pero llegó el momento en que la huida tendría que terminar. Fue entonces cuando el Caos poso sus pies terribles nuevamente en Patrias, la primera de las Casas y en ella levantó una plaza tan fuerte como no se veía desde la gloria de Ager y el reino de Arx Magnis. Sobre las ruinas frías y olvidadas de Parentinae la edificó para que nunca fuera olvidada y nunca cayera. Llamó a su fortaleza Arx Ultima, que significa la última, y en ella se propuso resistir a su hermano, recuperar su poder y su lugar en el trono de todas las cosas.

El caso fue que la Vida se había extendido por todo Patrias desde la última estadía de el Caos y que los hijos sobrevivientes a la última batalla se habían multiplicado y ya no recordaban su origen distante. Fue por esta razón que la llegada de su antiguo creador los inquietó y los llenó de terror porque al construir el se sería su último bastión, la tierra tembló y se abrió, y de las grietas el Fuego, que dormía en el interior, trepó y destruyó las ciudades de los Oblivions, los olvidados, quienes sin poder resistirse a el Fuego y al brazo inmisericorde de su padre se extinguían como la flama de una vela en el viento.

La ruina para los olvidados era inevitable, el esfuerzo de millares de manos era inútil en contra de su creador y de el Fuego, que al despertar después de estar encerrado en el centro de Patrias, abrazó a su padre y se puso a su servicio. El Tiempo se acercaba y con el venía el Destino y el final para los Oblivions pues ninguno quedaría para reconstruir las ciudades y labrar los campos cuando la batalla terminara, ya eran muy pocos y las opciones eran escasas.

El momento de la deliberación había pasado y así fue como todos los olvidados se reunieron tras de los muros de Aman. Ahí guardaban muchas naves poderosas de altas quillas listas para partir. La huida era el único camino. Los muros del puerto de Aman luchaban y resistían el ataque de el Fuego, solo ellos quedaban en pie y nada afuera de Aman había soportado la furia de el Caos. El fuego se había salvado al regresar a los pies de su padre, pero la Vida se había rehusado y debía desaparecer.

Fue entonces que cuando los muros de el último puerto estaban por caer, el Fuego detuvo su ataque y se retiró detrás de los altos y sombrío muros de Arx Ultima. El Tiempo había llegado y con el llegaba el momento de abandonar el hogar.

Sidera
Mientras el Tiempo se acercaba envuelto en el resplandor de el Destino las naves surcaron el firmamento y se lanzaron a el Vacío y con ellas llevaban el anhelo de el Tiempo pues en su interior estaba la Vida toda, rescatada de el Olvido y cierto es que pasaría muchas cosas antes que esta regresara a Patrias.

Las naves atracaron en Sidera, el nuevo hogar, la gran isla de los exiliados en medio de la frialdad de el Vacío. Afuera un gran número de naves hacía mucho esperaban su llegada y las tareas comenzaron de inmediato.

El Tiempo ya estaba muy cerca y se dirigía directamente a Arx Ultima pues podía sentir a su hermano, y este, al igual que él, pretendía que esta fuera la batalla decisiva. Poco le importaban los habitantes de Sidera o los recién llegados pues eran muy pocos y aunque pasó muy cerca de ellos no pudo sentir la Vida que ellos poseían en su interior. Solo un instante poso sus ojos en la isla y la encontró fría, oscura y silenciosa y la dejó de lado para dar paso a la Venganza y a la batalla.

Muchos fueron los ojos que contemplaron el paso de el Tiempo junto a la gran isla, en la oscuridad de los refugios sus corazones se detuvieron y temieron mas nada dijeron, pues después de un angustioso instante de desazón la amenaza posó sus ojos en otro lugar. Durante un instantes interminable creyeron que el Destino los había alcanzado y que todos sus afanes había sido vanos. Fue en ese instante de desesperación, cuando los ojos de el Tiempo miraron a el nuevo hogar que los Oblivions pudieron ver primera y única vez a el Tiempo. Este vestía una armadura de plata y el brillo de el Destino fuera de su vaina lo envolvía en una estela de luz que se extendía detrás de él hasta donde la vista alcanza y que llenaba el Vacío a su paso y marcaba su camino. Su presencia imponente heló el espíritu de todas las cosas, durante ese instante todo se detuvo, los ríos no fluían y el viento ya no sopló más. Ese era su vestido más terrible, las rocas temblaban a verlo pasar pues se llenaban de terror y muchas cayeron pero todo fue reparado.

El problema ahora era el Caos. Los olvidados desde sus refugios, únicos testigos de la batalla más terrible desde que Ager cayó y Mirabilia fue corrompida, la llamaron Duellum Genis, la batalla del nuevo comienzo, y fue tan terrible que sus cicatrices nunca podrían borrarse de Patrias.

Los ataques fueron directos, rectos como flechas los hijos de el Tiempo surcaron el cielo y ataviados de blanco y plata rodeados de luz atacaron el reino de el Caos. Uno a uno cayeron por todo Patrias. Un destello cegador y un estruendo terrible le seguían a cada espada desenvainada y con cada uno de sus pasos la tierra se abría y nada se mantenía en pie. Desde el interior de la tierra brotó el Fuego para hacerles frente por orden de su padre el Caos y aquí y allá comenzaron y la Destrucción lleno la tierra hasta que finalmente la lucha llegó hasta los muros mismos de Arx Ultima.

Las montañas se habían quebrado, la tierra se abría formando abismos de oscuridad impenetrable, el agua había perdido su forma y los mares se habían vaciado, el vapor y las cenizas todo lo cubrían y se elevaban en grandes espirales nublando toda la luz y cegando todos los ojos. Solo Arx Ultima se mantenía en pie pues nada pudieron los hijos en contra de sus muros que solamente podían igualarse con los de Arx Magnis. Detrás de los muros, el Caos, desde la cámara más profunda, se abría paso hacia la superficie; vestía una armadura negra cubierta de estrellas, una corona de plata le ceñía las cienes por encima del yelmo alto y oscuro, en su diestra descansaba el Apocalipsis la más poderosa arma que saliera de sus forjas y que pronto se mediría con el Destino. La hoja estaba en llamas y como un faro iluminaba el camino de su amo.

Apocalipsis
Desde Sidera los exiliados pudieron ver el terrible destello del Apocalipsis a través del velo de oscuridad que todo lo cubría. Y entonces el Tiempo llegó. Al ver que su hermano salía al patio de Arx Ultima y que lo desafiaba enseñando sus armas, se lanzó sobre él en medio de la luz cegadora de el Destino. Hasta la oscuridad le temía al Tiempo y mientras caía vertiginosamente, las nubes se apartaron a su paso. Solo por un momento el cielo estuvo claro y Sidera brillo en el firmamento. Pero luego el Tiempo golpeo Arx Ultima. El impacto fue tan poderoso que al otro lado de Patrias la tierra se conmovió y rugió como nunca lo había hecho.

Los muros de Arx Ultima se quebraron en miles de fragmentos pues el Destino abrió grietas profundas y anchas y los hijos se abrieron paso al patio interno. Pero el Caos estaba de pie inmóvil en el medio del recinto esperando el ataque y al ver que su fortaleza había caído desató el Apocalipsis y barrió con los Hijos de el Tiempo que desaparecían en medio de tremendas columnas de polvo y cenizas. El Fuego trataba con todas sus fuerzas de detener al Tiempo que ahora, sin hijos que lo apoyen, estaba en desventaja.

Desde lo más alto del muro, el Caos se lanzó encima de su hermano y con todas sus fuerzas lanzó el Apocalipsis contra el escudo de el Tiempo quebrándolo en dos partes. Era el Destino contra el Apocalipsis, espada en contra de mazo, nunca nadie presenciará lucha tan cruenta. La Desesperación le dio al Caos la fuerza que necesitaba y por solo un momento la lucha se puso a su favor. Pero aún estando rodeado y sin ayuda alguna, el poder de el Tiempo era más grande que nunca y pronto las heridas de el Caos sangraban de nuevo. Al ver esto, y temiendo que su padre fuera derrotado y a la ira de el Tiempo, el Fuego cejó su ataque y en silencio se retiró a lo más profundo de Patrias.

Ahora la marea cambiaba y el Caos perdía terreno. Pero nada de esta lucha pudieron ver los Hijos de el Caos desde su hogar en el Vacío, pues ahora eran muchos las espirales de cenizas y humo desde la Tumba de los Hijos del Tiempo que se entrelazaban para formar una enorme columna, terrible y definitiva que marcaba el final de Patrias. El muro se había cerrado y pasaría mucho para que volviera a abrirse.

La lucha continuó hasta que los hermanos agotados por el esfuerzo se desvanecieron en el aire y perdieron su forma para siempre. De esa lucha el Caos salió finalmente victorioso y fue por eso que mantuvo su derecho sobre Patrias. Pero tan grande era el poder de ambos que los dos recibieron tremendas heridas y antes de perder todas su fuerza se retiraron en paz. El resto de su fuerza y sus espíritus se dispersaron por todo Patrias y sus armas se desvanecieron con ellos. En el final, como fue en el comienzo, los hermanos estuvieron juntos y en comunidad con el Olvido terminaron con la guerra.

Epilogo
Con esto termina la historia de la batalla entre el Caos y el Tiempo, la creación de las Casas, el Vacío, el Fuego y su escape, y la huida de los Oblivions a las estrellas. Pero aquí nada se cuenta sobre la reconstrucción de Patrias y la batalla de los Oblivions en contra de el Caos.

La vida siempre seguirá, porque no importa como esté vestida, la obra máxima de el Caos encontrará siempre su lugar.

Fuente: Relato de mi autoría.



Saludos.
:D